Martha Falcón, treintona, con problemas financieros, recientemente
recuperó 10 kilos, es bisexual y ya no lo oculta, pero casi nadie le cree.
Algunos piensan que, si a Falcón le gustan las mujeres, es lesbiana y punto,
solo que no se atreve a decir soy lesbiana y ya qué chu, porque se cree más
interesante o misteriosa diciendo que es bisexual y sus pulsiones eróticas
oscilan, veleidosas, impredecibles, como las fuerzas del viento. Además que es incómodo
cuando uno lo confiesa, te miran como si hubieses dicho, oye tengo lepra.
Otros consideran que, si Falcón solo se le ha conocido dos
veces parejas varones, indudablemente disfruta del erotismo con hombres, pero
dice que también le gustan las mujeres para hacerse la posmoderna y agitar el gallinero.
Martha Falcón trató en su juventud de ser heterosexual, mujer,
mujercita, pero fracasó en el intento: ya a los seis años tuvo una fugaz ilusión
con una profesora de primaria y comprendió que estaba condenada a no ser normal.
Después de su primer noviazgo con un sujeto, en la adolescencia, trató con de nuevo
de ser lesbiana, una lesbiana orgullosa, eran tiempos de rebeldía y subversión.
Con ganas infinitas de joder al mundo y ser como uno quiera ser. Sin embargo al
final del día pensaba en mamá y todas
esas ideas desaparecían.
Pero, de nuevo, Falcón fracasó: tras su primer noviazgo con
una mujer lesbiana, caletamente lesbiana, por la cual hizo un sinfín de locuras
que no la enorgullecen. Se enamoró de un hombre joven que era su compañero de
universidad y se fue con él, sin pensar que vivirían el más puro y bonito amor
heterosexual. Pero como toda buena historia tuvo un final y dejó la valla muy
alta para el siguiente tipo que conociese.
La última vez que Martha Falcón se apareó con una mujer fue
hace dos años, antes de romper con ella, su novia ya existían fricciones que anunciarían
el desenlace final y la colocada de cuernos de “Hellboy” fue un
mero trámite y de lo ocurrido solo hay una testigo, más que suficiente.
Desde entonces, no ha besado mujer, no ha acariciado eróticamente
mujer. Tales abstinencias no le han resultado arduas o estoicas porque ama su
soledad y es feliz con ella, nadie ha sabido procurarle más refinados placeres
que ella. Sin embargo, en una o dos ocasiones, Falcón se ha enamorado, ha caído
rendida y fulminada ante los encantos de una muchacha, ha estado dispuesta a
arrojarlo todo por la borda para estar con ella, el trabajo, la familia, su
zona de confort. Pero la pasión o la calentura no fue correspondida, y Martha
se quedó tirando cintura, y la joven que la subyugó se alejó dejándola aún más
vacía y necesitando de ella.
En poco más de tres décadas, Martha Falcón ha perdido la
cabeza por cuatro mujeres, todas ellas aún vivas: la médico, fue la mejor
amante de todas, un toro bravo, un pirata sin remilgos, relación que ocurrió
clandestinamente, volando bajo el radar, pues ambas tenían miedo del que dirán;
la practicante caradura que fue un milagro seducirla y la más cara en vivencias,
y por quien Martha, tan dada al melodrama, quiso suicidarse; la novia que le
duró un año, a la que supo amar sin reservas; y la abogada exhibicionista que
se alcoholizaba a la que en un principio rechazó y se sintió agraviada cuando
se terminó.
Y luego están, desde luego, las que se espantaron cuando ella les propuso una aproximación: ellas tendrán un post único más adelante.
Y aunque suene trillado, el amor más perfecto, que con suerte durará
hasta el último suspiro, es el que ahora vive consigo misma. Ya no quiere
presumir, ya no busca, ya no tiene miedo de quedarse sola, quiere seguir
creciendo y madurar.